Las organizaciones ya no pueden actuar sin conciencia social.
Por Sebastián Lusardi*
Ya quedó atrás el modelo de una empresa cuyo único interés sea la mayor recaudación de ganancias y el aumento de rentabilidad para el accionista. Quedó atestiguado que quienes únicamente se guían por este modo de hacer las cosas contribuyen a un aumento del desbalance general, tanto social como medioambiental. Las empresas ya no pueden actuar sin conciencia social.
Hay una enorme parte de la población que no tiene la posibilidad de acceder a los servicios básicos de alimento, salud, información y educación. La brecha entre quienes sí logran beneficiarse de estos y quienes no, se amplía y recrudece año tras año. A la vez, se ve cómo las condiciones medioambientales del mundo empeoran. El rol de las empresas no puede ser indiferente a este contexto.
Existe una visión superadora del famoso “sálvense quien pueda”. Según este nuevo enfoque, la empresa debe ser una institución creadora de riqueza, propulsora de desarrollo e investigación y generadora de capacitación y trabajo.
Así, diversos valores son claves e importantes para las acciones promovidas en este tipo de modelo empresario. La honestidad, la justicia, el acceso a la información, la salud, la educación, el respeto a la Ley, la protección del medioambiente y la participación cívica deben ser los pilares fundamentales sobre los que se construya la organización de cualquier empresa.
Llevado esto a la práctica, el objetivo principal es prevenir todo tipo de accionar que ocasione daños a terceros y al medioambiente. Y, si por alguna razón, la damnificación fue hecha, las compañías asumen la responsabilidad completa de lo ocasionado y buscan la manera de compensar a quienes haya afectado.
A diferencia de lo que se pueda pensar, este estilo de gestión empresarial beneficia a las compañías y es parte fundamental del sistema. Y, a la vez, está comprobado que esta metodología no ocasiona pérdidas monetarias, sino todo lo contrario: una firma socialmente comprometida es percibida de forma positiva tanto por inversionistas como por los consumidores, aumentando así las arcas financieras. Por otro lado, esta visión favorece el clima laboral dentro de la organización.
Hay tres tipos de valores en los cuales se centra para fomentar el crecimiento de una compañía. Estos son ambientales, sociales y también económicos.
Es decir que, por más que el nuevo estilo de empresa se enfoca en la salud y el buen ambiente de trabajo, no deja de lado el factor económico. De hecho, esos valores se caracterizan por ser justos y equilibrados.
Las ventajas de este nuevo modelo empresarial son enormes. Es una herramienta metodológica que colabora en la sociedad de múltiples formas, tanto en la salud y en la educación como en el medioambiente y en el acceso a la información, a la vez que otorga a la empresa una mayor reputación y competitividad en el mercado.
El viejo modelo de empresa quedó en el pasado y hay que esforzarse cada vez más en construir una institución sobre los pilares de la responsabilidad y el compromiso social.
Y no se trata de dar lo que sobra. Hacer eso no es ayudar, es sólo dar limosna. Las nuevas empresas contribuyen activamente a la formación social del ser humano y de las comunidades donde se representan.
Contribuir a suplir las necesidades básicas, a la educación de niños y jóvenes, al cuidado de personas mayores y al cuidado de la naturaleza, es vital para cualquier compañía que quiera ser exitosa y mantenerse a lo largo del tiempo, porque no tenemos que olvidarnos que nadie se salva solo.
*El autor es Director Ejecutivo y fundador de Grupo L. Socio del Instituto Superior Mariano Moreno. Miembro de la Comisión Directiva de Cacyr, UAPE